25.1.06

Tren al presente

Faltaban algunos minutos para la una y media cuando los relojes se detuvieron. Desde todos los puntos de la ciudad empezaron a llegar, nerviosos y asustados, los habitantes, que veían caer el sol por un lado y se impacientaban; que no veían venir el tren desde el otro extremo y alimentaban su temor; desesperados, miraban el reloj de la terminal y lo veían inerte, marcando casi la una y treinta minutos, contrastando con la luz ya rojiza del sol y la invisibilidad del tren.
La muchedumbre pululaba, los empujones aumentaban en intensidad y llegó un momento en que, el sol rozó tan peligrosamente el horizonte, mientras el tren aún se escondía tras el otro extremo del campo visual, que el instinto prevaleció sobre la razón.
Fue uno de los más débiles pobladores, que recitando el Apocalipsis empezó a correr hacia el sol, quien comenzó el pánico que se extendería como un virus hasta alcanzar a casi la totalidad de los presentes, que desesperados huyeron hacia el poniente. Sólo dos personas fueron lo suficientemente sabias como para mantener la calma, y esperar por un par de minutos más, tomar el tren y ver a los demás por las ventanillas, haciéndose más pequeños mientras quedaban atrás y eran devorados por las penumbras del olvido, mientras ellos dos se dirigían al futuro, ese lugar donde los relojes dan la hora exacta y el sol brilla en lo alto sin dejar lugar a las lúgubres sombras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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