5.4.06

Merecido encuentro

“¡Se lo merece!”, es lo que pudo leer Agustina en la mirada del mozo, que le traía una última taza de café, una última dosis de falsas esperanzas, de obstinación por quedarse en ese bar sabiendo que Martín no irá. Pero le da otra oportunidad, se da otra taza de oportunidad.Entre las actividades con las que había desperdiciado valioso tiempo estaban: tomar taza tras taza de café, mirar por la ventana a los peatones que pasaban, tamborilear con los dedos en la mesa al ritmo de una música inaudible y posar la mirada sobre una palabra cualquiera de la revista que había en la mesa mientras se perdía en pensamientos vanos.Vacío había quedado tanto el lugar como la taza. Mientras, Agustina empezaba a entender la culpa que sentía, y la razón por la cual Martín no fue.En verdad se lo merecía ¿Qué arsenal de distracciones habrá creado el pobre para defenderse del aburrimiento? ¿A cuantas infructuosas esperas se habrá visto arrastrado por ella? Ella que ahora empezaba a entender y que necesitaba con desesperación una oportunidad para pedirle perdón. Pero ya ni ese gusto le daría.Ambos habían cambiado mucho durante las inútiles esperas de Martín. Agustina había empezado a amarlo, a un recuerdo ya diluido de él, a un Martín de ensueños. Y él había conocido a Josefina, que no sería perfecta pero era puntual.En medio de estas cavilaciones, la nueva pareja abandonaba un restaurante dos cuadras más al norte y trágicamente el azar los guió hacia el sur, para que pasaran frente a la ventana de un deshabitado bar, donde una rubia esperaba y miraba por la ventana el paso de un nuevo extraño, que nunca más le dirá una palabra, y poco a poco olvidará las que fueron dichas.